ANTECEDENTES |
A
lo largo de los últimos años se han realizado en la isla de Tenerife algunos
trabajos preliminares de medidas de radón en diferentes medios y ambientes con el
objeto de estudiar su posible relación con la actividad volcánica.
Ortiz
y Valentín (1983) realizan las primeras medidas de radiactividad ambiental en
las Islas, con medidas puntuales mediante escintillometría en el Parque
Nacional de Timanfaya (Lanzarote) y Las Cañadas del Teide (Tenerife). En
Lanzarote obtienen valores muy bajos, con un fondo de 3 mR/h
y un máximo de 10 mR/h
en la zona del Islote de Hilario y Camelleros. Para Las Cañadas del Teide en
Tenerife, obtienen un fondo algo más alto de 8
mR/h,
con un máximo en la zona del Llano de Ucanca. Estos autores explican las
diferencias en los valores de fondo obtenidos por variaciones en la composición
litológica predominante.
Valentín
(1988 y 1989) realiza algunas determinaciones de radón en suelos de Las Cañadas
del Teide como experiencia inicial para poner en marcha una metodología de
trabajo. Los valores obtenidos varían entre 6 y 195 trazas/cm2día
en una primera prueba realizada con 15 muestras y entre 15 y 679 trazas/cm2día
en una segunda realizadas tres meses después con 14 muestras. La autora
interpreta los valores más altos obtenidos en la segunda prueba como debidos a
efectos meteorológicos y que la distribución de máximos podría estar
relacionada con zonas de fractura.
Carracedo
et al (1990) llevan a cabo las primeras determinaciones de 222Rn en
el subsuelo de la isla mediante la medida de este elemento en aire y en aguas en
el interior de una galería (Vergara), cuyo frente se aproxima bastante a la
base del Edificio Teide. El método utilizado es el de canastillas de carbón
activado. Los valores medidos muestran un perfil de incremento del nivel de radón
hacia el frente de la galería, alcanzando un máximo de 864 pCi/l a los 2600 m,
en coincidencia con un aumento en la concentración de CO2. Por otra
parte, la concentración de radón obtenida en el agua fue de 244 pCi/l, más
baja que las obtenidas en aire, por lo que los autores descartan la posibilidad
de que el agua sea el origen de la anomalía.
Soler
et al. (1991a, 1991b) amplían los datos existentes de radón en el interior de
galerías, muestreando tres más en la isla de Tenerife (San Fernando, Las Breñas
y Catalanes), encontrando valores de radón mucho más altos (800 pCi/l) en
zonas de vulcanismo reciente que en galerías excavadas en materiales antiguos
(150 pCi/l). El método utilizado son canastillas de carbón activado con
periodo de integración de tres días.
Posteriormente,
Soler et al., (1992) realizan en la galería Vergara una prueba de medidas de
radón en continuo mediante un emanómetro portátil, con toma de datos cada 30
minutos durante 4 días. El registro obtenido muestra variaciones relativamente
fuertes (40-350 pCi/l) que parecen estar relacionados con la marea barométrica
diaria. Este mismo método lo aplican a otra galería, Aguas de San Andrés,
excavada en los materiales de las Series Antiguas, reflejando variaciones más débiles
(20-100 pCi/l) que en el caso anterior. Los autores explican las diferencias de
comportamiento entre ambos registros como debidas a diferencias en la
permeabilidad del terreno en uno y otro caso y a la existencia de un flujo más
activo de radón en las zonas de vulcanismo reciente.
Coello
et al., (1993) elaboran el primer mapa de distribución de 222Rn en
suelos en las Cañadas del Teide, a partir de 400 puntos de medida sobre una
superficie de unos 400 km2, utilizando detectores de trazas (SSNTD)
con periodos de integración de un mes. En general, los valores medios obtenidos
reflejan los cambios litológicos y el grado de desarrollo del suelo, dando
valores algo más altos en materiales sálicos y en zonas con suelos más
desarrollados. El mapa refleja además una serie de anomalías (> 750 pCi/l),
sin aparente relación con el tipo de material, cuya distribución parece estar
relacionada con directrices volcano-tectónicas principales de la isla.
Martín
et al., (1994), en una continuación del trabajo anterior, llevan a cabo un
seguimiento de la concentración de radón en 13 estaciones seleccionadas en
base a los resultados obtenidos en la elaboración del mapa anterior, utilizando
detectores de trazas con periodos de integración de un mes. Las series
temporales presentan, en general, mínimos en invierno y máximos en verano,
mostrando una correlación negativa con la precipitación y la humedad relativa,
y en algunos casos, con la presión atmosférica.
Hernández
et al., (1993) realizan un estudio en laboratorio de la emanación de radón en
24 muestras de suelos de Las Cañadas del Teide, encontrando una correlación
positiva con la humedad del suelo, el contenido en carbono orgánico y las
propiedades ándicas, y negativa con el contenido en fracción arena.
De
La Nuez et al., (1995) realizan una segunda campaña de medidas de radón en
suelos de Las Cañadas del Teide, mediante detectores de trazas (SSNTD) en unos
300 puntos de muestreo. Los resultados son similares a los obtenidos por estos
mismos autores en un trabajo anterior (Coello et al.,1993). En este mismo
trabajo llevan a cabo un
estudio de detalle en una de las principales zonas anómalas, de 1 km2 de
extensión superficial, situada en el flanco sudeste del edificio Cañadas, con
medidas en superficie, y en el subsuelo. Los máximos en superficie aparecen
alineados según una dirección N40-45E, y continúan en el subsuelo
reproduciendo la misma pauta. Esta distribución parece coincidir con
directrices volcano-tectónicas dominantes en la zona, representadas por la
alineación de centros de emisión basálticos históricos (erupción de Fasnia
- Siete Fuentes, 1704-1705) y subhistóricos y de centros de emisión fonolíticos.
La zona anómala en radón coincide además con anomalías térmicas (> 40 ºC)
en el subsuelo.
Hernández
et al., (1996) realizan otra campaña de medidas de 222Rn en suelos
de Las Cañadas con 300 puntos de medida utilizando un emanómetro potátil y
medidas de He y 220Rn/222Rn en algunas zonas. El mapa de
distribución de radón que obtienen es similar a los aportados en los trabajos
descritos anteriormente (Coello et al., 1993 ;
De la Nuez et al.,
1995), si
bien los valores son mucho más bajos. Según estos autores, los niveles de
emisión relativamente altos de 222Rn y He así como de 220Rn/222Rn,
parecen reflejar una importante desgasificación difusa en profundidad que
asciende a lo largo del sistema de fracturas.
Martín
y Soler (1997) estudian la variación temporal del nivel de 222Rn en
tres sondeos situados en la Dorsal Sur, Valle de Güímar y en la Caldera de Las
Cañadas, encontrando niveles de radón muy bajos ( < 150 pCi/l) y
fluctuaciones estacionales en los dos primeros, y niveles muy altos (> 1000
pCi/l) con fluctuaciones irregulares sin relación con variables meteorológicas
en el sondeo de Las Cañadas. Los autores interpretan estas diferencias como
debidas a la existencia de un flujo de radón transportado por emisiones de CO2
de origen volcánico en el interior de la Caldera.
Martín et al., (1997) elaboran un estudio espacial de la variación de 222Rn en el edificio insular de Tenerife combinando medidas en superficie (suelos) y en el subsuelo (galerías). En el subsuelo, de una longitud acumulada total de unos 45 km, detectan que unos 4 km (10 %) presentan valores extremadamente anómalos (> 1000 pCi/l). Los autores indican que el incremento en los niveles de radón se produce de forma brusca en zonas muy fracturadas y/o en áreas de emisión de CO2.
Martín et al. (1998)
presentan
un estudio preliminar sobre los niveles de Radón en la isla de La Palma, sobre
todo de su mitad sur (Cumbre Vieja), mediante una campaña de campo con
detectores de trazas. Los niveles de Radón son, en general, bajos, si bien hay
una ligera anomalía cercana a 200 pCi/l de dirección NO-SE al sur de Mazo.
Quesada et al. (1999) emplean por primera vez sensores de partículas alfa y
gamma en continuo, que detectan anomalías de Radón tanto en superficie como en
el subsuelo. La alta calidad de los datos obtenidos por ambos sensores y su
buena correlación avalan la capacidad y aplicabilidad de esta metodología para
el seguimiento de manifestaciones volcánicas débiles.
Martín (1999) expone en su Tesis Doctoral los avances logrados hasta ese
momento en el estudio del Radón en Tenerife, con el empleo de distintas técnicas;
establece un modelo sobre el origen y comportamiento del Radón; y confirma que
las técnicas de detección de Radón de alta resolución temporal son las que
deben ser empleadas para obtener una relación entre dicho gas y la actividad
volcánica.
En el trabajo de Steinitz et al. (2000) se presenta por primera vez el Proyecto
TeRn a la comunidad científica. El objetivo principal del Proyecto es la
instalación de una red de seguimiento geoquímico en superficie y en el
subsuelo de Tenerife para comprobar que variaciones de Radón y otros gases (He,
D, 13C, 180, etc.) son una buena técnicas para aplicar a
la prevención del riesgo volcánico.